«Mi botella de Heineken es un homenaje a todos los objetos que, un buen día, aparecen por mi estudio y terminan por implicarse en la obra». Así hablaba Secundino Hernández, que incorporó a su versión el trazo casual que le caracteriza. Juan de Sande empleó la misma gama cromática que aplica a sus fotografías y Chema Madoz apostó por una aproximación conceptual: «El objeto, la botella de Heineken, tiene una doble lectura: de deconstrucción (rotura) y construcción (mosaico/puzzle); sugiere algo que se rompe a la vez que se compone». Por su parte, Mateo Maté jugó con la clásica idea del mensaje en la botella: «Todo se sintetiza en un artista que participa en la feria (yo) y manda un mensaje a su hipotético público para quedar e invitarle a una cerveza… Heineken».